A principios de diciembre, como cada año, en el colegio dónde estudia la pequeña Ari siempre escriben, en forma de carta, lo que desean que les traigan los Reyes Magos. La nota de Ari, por tercer año consecutivo, esta llena de sentimiento, de pena, de dolor y de esperanza, Ari pide que vuelva su padre, que vuelva. Pasan los días, pasan las cenas familiares navideñas; cada vez hace más frío y las gotas de lluvia se han posado sobre las hojas de los árboles… llega, al fin, la víspera de Reyes y Ari se acuesta pronto, más de lo habitual, sin nervios, sin ansias…y se despierta al día siguiente, antes que su madre incluso, y grita ‘Mamá, los Reyes, los Reyes’ muy eufóricamente, y corriendo se dirige al comedor, se tira a los regalos que hay bajo el árbol y los desempaqueta en busca de una carta, de una explicación pero todo lo que hay bajo esos envoltorios cutres son las cosas que María, Inés, Noe, Laura y otras tantas niñas de la clase de Ari han escrito en sus cartas… Se fue con tanta decepción que ese día Ari, a sus 7 años, dejó de creer en la magia, no tan solo en la de esos tres señores barbudos, si no en la de sus sueños, dejó de creer, sin más, pues ese día su padre no volvió, una vez más no volvió.
2 comentarios:
Parece mentira, pero, a lo largo de todo el año, pensamos en ellos, en quienes no están, en quienes dejaron huella en nosotros de algún modo u otro. Y también es verdad que nos acordamos especialmente en éstas fechas de todos ellos; porque es aquí, en éstos días, dónde nos enseñaron a creer que los milagros existían, que todo era posible y que aquello que pedíamos (o en su defecto, gran parte), llegaría a nosotros con tan solo una noche de espera, una sola noche. Es bello ver la inocencia de los niños en la víspera de reyes; deseosos y ansiosos por ver que sus expectativas para el próximo día serán cumplidas; Pero no tanto ver la cantidad de niños que crecen sin el aliento de un padre, una madre u algún ser querido que, con el paso del tiempo, se acaba convirtiendo en más que un deseo materialista.
Un besito Anna, te sigo y Zoila tenía razón, eres grande, muy grande.
Me saco el sombrero.
Bien.
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