PALABRAS PARA QUIEN
¿Son de verdad? A veces las pienso, las pronuncio, las leo, las escribo, las canto, las asimilo, las creo, las vivo... a veces responden como frías, dulces, agrias, fuertes, altas... las mandamos a un niño, un adulto, un padre, un amigo, un amor; pero la magia de todas éstas es que no se gastan, porque mudos, jóvenes, mimos, astronautas, pensionistas... todos, todos las sienten aquí dentro. Me pregunto cuantos son los que aprecian cuando son para uno mismo. Palabras... PALABRAS PARA QUIEN.
9/6/11
25/1/11
19/1/11
Hola mamá, hola papá;
Siento no haberos escrito en todos estos años pero resulta que todas vuestras cartas no me han llegado hasta la semana pasada. Ya he denunciado a correos por este mal entendido.
Sabéis, hace un mes me ascendieron y es un trabajo extraordinario el que hago –ya os contaré con más detalle-. Miguel os manda muchos recuerdos y besos; ¡ay! Disculpad, Miguel y yo ya llevamos una relación de tres años. Es maravilloso y encantador y sabe querer.
Hoy han acabado nuestras obras, le hemos hecho una habitación nueva a Jordi, que viene en camino, sí, vais a ser abuelos en un par de meses; pronto viajaremos a Barcelona, queremos tenerlo en España.
Espero que estéis muy bien. Os echo mucho de menos papis.
Os quiere,
Patricia.
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No, eso es mentira.
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Vuestras cartas me han llegado desde el primer día que las mandasteis, pero están todas en la basura. Os escribo esta carta para haceros saber que no hace falta que mandéis más, mañana mismo me mudo, pues mi casera vende el piso y yo, evidentemente con la mierda de sueldo que tengo, no puedo comprárselo. No existe Miguel y tampoco vais a ser abuelos. Estoy sola desde que llegué, llevo catorce años sola: sin pareja, sin amigos, ni siquiera tengo compañeros de trabajo con quien tomarme el café a media mañana; y, por desgracia, ya me he acostumbrado.
Chapurreo el idioma, pero para lo poco que lo necesito no quiero perfeccionarlo.
Bueno solo quiero deciros que a mis 37 años no he cumplido mi sueño. He echado 20 kilos de más y me cuesta mucho andar por las varices. No tengo nada. Y, no tengo a nadie que me espere al llegar a casa, a nadie que me llame solo para escuchar mi voz, a nadie que crea en que pude hacer aquello que tanto amé. Ya ha muerto la ilusión.
P.D.: No volveré!
11/1/11
La señora María y sus tres hijos, el señor Manolo con su permanente tos, el chico que estudia empresariales, la mujer en espera de un sí por parte de los servicios de adopción –hace tres años-, Cristina la vegetariana y Pablo con sus tantos ligues de fin de semana: esos eran sus vecinos, lo más cercano a una familia que ella podía tener y aunque la trataban con mucho cariño y amabilidad -sobretodo por parte de la señora María-, evidentemente, no era lo mismo. La verdad es que Patricia siempre había sido una chica muy charlatana pero sin ninguna mínima intención de andar contando la vida de los demás; a ella lo que le gustaba era poder sacar sonrisas con su labia por la conversación. Siempre, siempre había sido fuerte, tenía que ser fuerte, pues Patricia se encontraba con veintitantos años, con una deuda, de herencia por parte de sus padres, de miles de euros que iba pagando poco a poco y con un hermano que cuando ella nació, él ya se encontraba en coma. Patricia no tenía la vida que soñaba, pero tampoco envidiaba la vida de nadie, porque sabía que los que tenía a su alrededor con sus más y sus menos tampoco eran felices: los hijos de la señora María nunca le preguntaban a ésta cómo estaba y se desentendían totalmente de su felicidad, la tos del señor Manolo pedía a gritos compañía para enfrentarse a esa gran soledad a la que estaba sometido, el chico de la universidad había desconectado totalmente de cualquier relación con otras personas porqué vivía obsesionado con el dinero, la mujer ansiosa por ser madre nunca descolgó el teléfono, pues no cumplía los requisitos que le pedían los del servicio de adopciones, Cristina decidió ser vegetariana porqué en el fondo quería que le preguntasen “¿por qué?” pero jamás tuvo ocasión de responder a nadie y Pablo era tan inseguro que necesitaba que vieran salir de su casa cada domingo por la mañana a una chica diferente, pero aun así eso no le saciaba. Patricia sabía que todos tenían problemas distintos pero en fondo tanto ella como sus vecinos estaban solos.