9/6/11

Entonces me sentaría frente a mi madre y le diría lo mucho que lo siento, que me perdone por haber herido su corazón, por haber sido tan dura; y ya con los ojos lagrimosos le diría a mi padre que le quiero sobre todas las cosas, que yo por él lo hubiese dejado todo; a mi hermano le dedicaría todas las sonrisas del mundo para que entendiese que pese a todo siempre le he querido; a la yaya le abrazaría como a nadie nunca he hecho y le haría saber porque es la mejor persona que conozco; al yayo le besaría la frente, le agarraría las manos muy fuertemente, le miraría a los ojos y le explicaría lo bonita que es la vida y que por ello debía de dejar de fruncir el ceño para ser feliz. Y, probablemente, ya de nadie más me hubiese despedido; demasiado duras habrían sido esas cinco despedidas… cerraría los ojos y cuando los volviese a abrir le estaría contando a Älex o a África lo increíble que era Samuel.

25/1/11

-Gracias; hasta otra-

19/1/11

Hola mamá, hola papá;

Siento no haberos escrito en todos estos años pero resulta que todas vuestras cartas no me han llegado hasta la semana pasada. Ya he denunciado a correos por este mal entendido.

Sabéis, hace un mes me ascendieron y es un trabajo extraordinario el que hago –ya os contaré con más detalle-. Miguel os manda muchos recuerdos y besos; ¡ay! Disculpad, Miguel y yo ya llevamos una relación de tres años. Es maravilloso y encantador y sabe querer.

Hoy han acabado nuestras obras, le hemos hecho una habitación nueva a Jordi, que viene en camino, sí, vais a ser abuelos en un par de meses; pronto viajaremos a Barcelona, queremos tenerlo en España.

Espero que estéis muy bien. Os echo mucho de menos papis.

Os quiere,

Patricia.

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No, eso es mentira.

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Vuestras cartas me han llegado desde el primer día que las mandasteis, pero están todas en la basura. Os escribo esta carta para haceros saber que no hace falta que mandéis más, mañana mismo me mudo, pues mi casera vende el piso y yo, evidentemente con la mierda de sueldo que tengo, no puedo comprárselo. No existe Miguel y tampoco vais a ser abuelos. Estoy sola desde que llegué, llevo catorce años sola: sin pareja, sin amigos, ni siquiera tengo compañeros de trabajo con quien tomarme el café a media mañana; y, por desgracia, ya me he acostumbrado.

Chapurreo el idioma, pero para lo poco que lo necesito no quiero perfeccionarlo.

Bueno solo quiero deciros que a mis 37 años no he cumplido mi sueño. He echado 20 kilos de más y me cuesta mucho andar por las varices. No tengo nada. Y, no tengo a nadie que me espere al llegar a casa, a nadie que me llame solo para escuchar mi voz, a nadie que crea en que pude hacer aquello que tanto amé. Ya ha muerto la ilusión.

P.D.: No volveré!

11/1/11

La señora María y sus tres hijos, el señor Manolo con su permanente tos, el chico que estudia empresariales, la mujer en espera de un sí por parte de los servicios de adopción –hace tres años-, Cristina la vegetariana y Pablo con sus tantos ligues de fin de semana: esos eran sus vecinos, lo más cercano a una familia que ella podía tener y aunque la trataban con mucho cariño y amabilidad -sobretodo por parte de la señora María-, evidentemente, no era lo mismo. La verdad es que Patricia siempre había sido una chica muy charlatana pero sin ninguna mínima intención de andar contando la vida de los demás; a ella lo que le gustaba era poder sacar sonrisas con su labia por la conversación. Siempre, siempre había sido fuerte, tenía que ser fuerte, pues Patricia se encontraba con veintitantos años, con una deuda, de herencia por parte de sus padres, de miles de euros que iba pagando poco a poco y con un hermano que cuando ella nació, él ya se encontraba en coma. Patricia no tenía la vida que soñaba, pero tampoco envidiaba la vida de nadie, porque sabía que los que tenía a su alrededor con sus más y sus menos tampoco eran felices: los hijos de la señora María nunca le preguntaban a ésta cómo estaba y se desentendían totalmente de su felicidad, la tos del señor Manolo pedía a gritos compañía para enfrentarse a esa gran soledad a la que estaba sometido, el chico de la universidad había desconectado totalmente de cualquier relación con otras personas porqué vivía obsesionado con el dinero, la mujer ansiosa por ser madre nunca descolgó el teléfono, pues no cumplía los requisitos que le pedían los del servicio de adopciones, Cristina decidió ser vegetariana porqué en el fondo quería que le preguntasen “¿por qué?” pero jamás tuvo ocasión de responder a nadie y Pablo era tan inseguro que necesitaba que vieran salir de su casa cada domingo por la mañana a una chica diferente, pero aun así eso no le saciaba. Patricia sabía que todos tenían problemas distintos pero en fondo tanto ella como sus vecinos estaban solos.

6/1/11

A principios de diciembre, como cada año, en el colegio dónde estudia la pequeña Ari siempre escriben, en forma de carta, lo que desean que les traigan los Reyes Magos. La nota de Ari, por tercer año consecutivo, esta llena de sentimiento, de pena, de dolor y de esperanza, Ari pide que vuelva su padre, que vuelva. Pasan los días, pasan las cenas familiares navideñas; cada vez hace más frío y las gotas de lluvia se han posado sobre las hojas de los árboles… llega, al fin, la víspera de Reyes y Ari se acuesta pronto, más de lo habitual, sin nervios, sin ansias…y se despierta al día siguiente, antes que su madre incluso, y grita ‘Mamá, los Reyes, los Reyes’ muy eufóricamente, y corriendo se dirige al comedor, se tira a los regalos que hay bajo el árbol y los desempaqueta en busca de una carta, de una explicación pero todo lo que hay bajo esos envoltorios cutres son las cosas que María, Inés, Noe, Laura y otras tantas niñas de la clase de Ari han escrito en sus cartas… Se fue con tanta decepción que ese día Ari, a sus 7 años, dejó de creer en la magia, no tan solo en la de esos tres señores barbudos, si no en la de sus sueños, dejó de creer, sin más, pues ese día su padre no volvió, una vez más no volvió.