25/8/10

Hacía cuatro años que no sabía nada de ella. Se fue con su embarazo a otro lugar, sin decir por qué. La extrañaba, la extrañaba cada día que pasaba, no había momento en que no pensase en ella y en el sonido de su risa. Pero algo me hacía mantener la esperanza de que un día sonase el teléfono y su voz estuviese en el otro lado del auricular, o, que al abrir la puerta de casa pudiese sentirla de nuevo aquí.

Ese día me dirigía a un rumbo nuevo, necesitaba cambiar de aires por unas horas, aunque ella permanecería en mis pensamientos y en mi corazón.

Hacía un tiempo me dijeron que los parques de Endurce son preciosos y por eso me subí al tren que me llevaría hasta allí, pese a que no pudiese ver su naturaleza, sí podría disfrutar del sonido de los pájaros, del puro olor a hierba mojada, del frescor del agua de la fuente...

Subí en el último vagón al principio de éste, en un asiento de dos, cara a la puerta que accedía al anterior vagón. El sonido de ese viejo tren perturbaba mis oídos y tan solo podía escuchar lo que pasaba alrededor de mi asiento, no sabía si habría alguien más, más atrás. De pronto, el correteo de un niño pequeño se iba acercando, podía escuchar como imitaba el sonido de despegue de un avión, supuse que llevaría uno de juguete en sus manos. ‘Daniel, Daniel ven aquí, no corras, ven, toma el bocadillo, no has almorzado nada’. ¡Era ella, era ella, sin duda era ella! ‘Rebeca, Rebeca’ chillé sin girarme. Pero nadie contestó. Repetí de nuevo ‘Rebeca, Rebeca’ con un tono más fuerte y, esta vez, me giré. ‘Mamá, ¿por qué chilla tu nombre?’ oí como le decía el pequeño. ‘Rebeca, por favor, sé que eres tú’ y me levanté con la intención de que ella se acercara y sé acercó: ‘mamá, lo siento pero me voy, no quiero volver a toparme contigo jamás’. Y le dije: ‘Abrázame por favor y déjame besar a mi nieto’. Se fue. Y yo, a los pocos días, morí de pena.

15/8/10

15 de Marzo de 2024,

Hola mama,

Sabes, parecía que ya no quedaba nadie allí pero conseguí oír una voz de auxilio y, sin pensarlo, entré. Al fondo, bajo una mesa, vi su cuerpo pequeño y desprotegido y al verme note el alivio en sus ojos. Me acerqué a ella con mucha prisa y traté de liberar su pierna atrapada bajo algunos escombros, con éxito lo conseguí. Cuando por fin íbamos a escapar por el camino que yo tomé para entrar me di cuenta que no había salida, era una habitación sin ventanas y la única puerta había desaparecido. Tenía a la niña en mis brazos pero pese a eso peligraba su estado y si no salíamos en menos de sesenta segundos ya no habría nada ha hacer… así pues cogí mis valores, mi fuerza y mis principios y tiré hacia adelante, con una silla, ya destrozada, conseguí apartar todo eso que impedía nuestro camino y por fin pudimos salir a salvo…

A la tarde he ido a verla al hospital porqué pese a que no corría riesgo necesitaba de atención médica. Sabes, cuando me he acercado a ella me ha dicho algo. Se llama Irene y tiene siete años y dice que quiere ser bombera, que le pareció algo extraordinario aquello que hice y que quiere hacerlo ella también porqué así lo siente, porqué ha entendido lo que tu nunca entendiste, ha entendido el por qué estoy aquí, porqué esto me llena, porqué me resulta grato y porqué me hace sentir persona.

14/8/10

Estaba ahí, sin mover ni siquiera sus párpados… nos separaba un cristal con una cortina grisácea de metal con una distancia milimétrica entre barita y barita, el suficiente espacio como para poder ver su rostro triste y desamparado, aunque en el fondo yo estaba con él. Me cayó una lágrima mientras colocaba mi mano derecha sobre ese cristal y apoyaba en él mi cabeza que miraba hacia abajo sintiendo pena y nostalgia. Una voz suave y desconocida trató de consolarme a la vez que, amablemente, me obligaba a separarme de ahí, y alguien por el otro costado del cristal estiró de una cuerda con la intención de cerrar, sin tacto humano, las cortinas. Caí, con un suspiro y el derroche de mil lágrimas, al suelo; con mis piernas encogidas, la cabeza en las rodillas y los brazos por encima con tal de cubrir mi miedo… Y una voz en mí me animó a levantarme para luchar por la única persona que me dio un amor grande e incondicional; así pues abrí esa puerta, me acerqué a él, le cogí su mano mientras me acercaba a su frente para darle un beso y, aunque él no abrió los ojos ya sabía que era yo, me sonrió y puso todas sus fuerzas, las pocas que le quedaban, en decirme lo mucho y Bien que me quería; yo, pequeña e impotente, me despedí de él, para siempre, sabía que esa noche mi padre no volvería a despertar.